
Simplemente recordarle algo mío que siempre llevará consigo, y que le recordaré lo buen hermano que fui…
Tendría ocho años, cuando en una moqueta que tenía mi madre en la lavandería jugaba con mi hermano, David, a lucha libre, siempre ganaba, imagínense tremendo tonel de ciento y tantos kilos, luchador por aquella época, animalito y bruto como aún lo sigue haciendo, pero como en toda jugada de lucha libre, siempre tienes que ganar dos veces, y entonces me escondí detrás de la puerta y con toda mi fuerza, le clavé el rastrillo en la cabecita, esa cicatriz será por siempre un recuerdo que llevará en sí, de mí.
Felicidades, ya son treinta y tantos!
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